Como dermatóloga, una de las preguntas que más me hacen es: ¿Qué hay de cierto en los disruptores endocrinos de la cosmética? ¿Son peligrosos? ¿Son realmente seguros? ¿Hace falta huir de todo lo que suene a “químico”?
La realidad es que la información que nos llega suele ser incompleta: o demasiado alarmista, o demasiado tranquilizadora. Y entre esos extremos, perdemos lo más importante: entender para poder decidir.
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¿Qué es un disruptor endocrino?
Aquí es clave ser precisos. No todo ingrediente que interactúa con el sistema hormonal es directamente un disruptor endocrino, y no todo lo que es legal es necesariamente lo más adecuado para tu piel o tu salud.
Dos conceptos que debemos distinguir:
- Sustancia con actividad endocrina: ingrediente que, en determinadas condiciones de estudio, puede interactuar con el sistema hormonal. Existen sustancias tanto naturales como sintéticas con esta capacidad.
- Disruptor endocrino (DE): sustancia que altera el funcionamiento del sistema endocrino, produce un efecto adverso para la salud, y para la cual se establece un nexo causal entre ambos hechos. Es decir, no hablamos de una simple interacción teórica, sino de una consecuencia real con impacto.
La ciencia avanza, y lo que hoy está en evaluación puede mañana estar restringido o retirado del mercado. Esto no significa que todo lo que nos rodea sea tóxico, pero sí que la regulación —como es lógico— va un paso por detrás de la investigación.
La UE como referencia, pero no como garantía absoluta
La Unión Europea cuenta con una de las normativas cosméticas más estrictas del mundo. Y eso es una ventaja indiscutible.
El reglamento marca un mínimo aceptable de seguridad, pero cada marca decide si quiere quedarse ahí o ir más allá. En mi caso, como dermatóloga, no me conformo con lo mínimo: formular bien no es solo cumplir la ley, es respetar la salud de la piel y del cuerpo.
Un ejemplo práctico: uno de los filtros solares que se utilizaban en algunas formulaciones, el 4-Methylbenzylidene Camphor (4-MBC), ha sido prohibido en la UE a partir de 2025. Para que este tipo de decisiones se tomen, la evidencia científica debe acumularse lo suficiente, y eso puede llevar años. Mientras tanto, la población puede haber estado expuesta a esa sustancia sin saberlo.
Este desfase entre ciencia y regulación no debe alarmarnos, sino hacernos conscientes. Lo que se acepta hoy puede no aceptarse mañana. Por eso es útil aprender a leer el INCI y tener criterio propio más allá del marketing.
¿Entonces? ¿Debo ir con miedo a leer el INCI?
No. Debes ir con criterio. Leer el INCI es una forma de entender qué estás poniendo en tu piel y tomar decisiones más conscientes —más allá de lo que diga el envase o el anuncio.
Si te interesa una cosmética más consciente, una forma práctica de empezar es reduciendo la exposición a:
- Ciertos filtros UV químicos sobre los que siguen publicándose estudios.
- Antioxidantes sintéticos como el BHA o el BHT.
- Fragancias no desglosadas (“Parfum” o “Fragrance”).
- Tensioactivos etoxilados (como algunos PEGs).
Y preferir alternativas como:
- Filtros minerales no nano (óxido de zinc, dióxido de titanio).
- Conservantes con historial de seguridad sólido como el sodio benzoato o el potasio sorbato.
- Antioxidantes naturales como la vitamina E o extractos vegetales ricos en polifenoles.
- Cosméticos sin fragancia añadida, o con aceites esenciales declarados de forma transparente.
¿Y la famosa frase “la dosis hace el veneno”?
Es cierta, pero incompleta. Sí, la dosis importa. Pero en el caso de las sustancias con actividad hormonal, puede haber efectos a dosis muy bajas, especialmente cuando hay:
- Exposición crónica (uso diario durante años).
- Exposición combinada (varios productos con ingredientes similares).
- Momentos de especial vulnerabilidad biológica (embarazo, adolescencia, infancia).
Así que hablar solo de dosis sin tener en cuenta estos factores es quedarse corto.
Mi enfoque profesional como dermatóloga
No se trata de miedo. No se trata de demonizar la química ni de caer en la “quimiofobia”. Se trata de libertad elegida desde el conocimiento. En consulta y en los productos que desarrollo bajo mi marca de cosmética consciente, sigo una línea clara:
- Solo incluyo ingredientes que elegiría para mi propia piel.
- Evito los que están en debate cuando existe una alternativa válida.
- Utilizo activos con respaldo científico, en concentraciones seguras y eficaces.
- Aplico una máxima simple: menos, pero mejor.
¿Significa esto que otros productos sean peligrosos? No. Significa que, si existen opciones más limpias y eficaces, para mí tiene sentido elegirlas.
¿Quieres saber qué ingredientes nunca uso en mi piel?
He preparado una guía práctica con los 10 ingredientes que siempre evito (como dermatóloga, mujer y madre), explicados de forma sencilla, accesible y basados en estudios reales.
📥 Descárgala aquí: “Los 10 ingredientes que no quiero en mi piel”
En resumen. No se trata de vivir con miedo, sino de elegir con información. No se trata de desconfiar de todo, sino de comprar con más consciencia y menos inercia.
La información es poder. Y en tu piel —como en tu vida— mereces elegir con calma, consciencia y coherencia.
Aviso importante
Este contenido es informativo y está basado en la evidencia científica disponible hasta la fecha. No sustituye el consejo médico personalizado ni la consulta con un profesional sanitario.
